Corrían los años setenta cuando le conocimos casi recién llegado a Madrid frecuentando en las noches del Madrid de la eterna Discoteca Long Play que era lugar de encuentro de la música, el cine, la radio y la televisión. A Rafa te lo podías encontrar tranquilamente paseando por las calles madrileñas con su guitarra de compañera al hombro, siempre dispuesto a cantarte una canción, siempre con una sonrisa perfectamente siluetada bajo su bigote tipo Íñigo, e igualmente acompañado por una exquisita amabilidad entrañable… muy a pesar de estar saliendo en los mejores programas de la televisión y de la radio de aquellos años, porque Aparisi era una de las estrellas musicales de la discográfica RCA de entonces y daba la vuelta al mundo con sus canciones.

Era como el cantante de casa, amigo de los viejos 40 Principales de la Ser, donde trabajábamos, a donde venía personalmente unas veces solo y otras acompañado de su jefe de promoción, Luis Garza, con sus novedades musicales bajo el brazo en forma de disco sencillo, que eran lo primordial de las sanas costumbres que se llevaban entonces en la promoción de la música.